5 de diciembre de 2012

El artista, según Herman Hesse

Como anillo al dedo:

"Estos individuos llevan en su interior dos almas, dos naturalezas; en ello coexiste lo divino y lo demoniaco, la sangre materna y la paterna, la capacidad de felicidad y la de sufrimiento, tan hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro (…) Y estas personas cuya existencia es muy turbada, viven a veces en sus raros momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indescriptiblemente maravilloso, la espuma de la felicidad efímera salta constantemente tan alta y brillante por encima del mar del sufrimiento, que este breve relámpago de dicha alcanza y encanta radiante también a otras personas. De esta manera se producen, como divina y fugitiva espuma de felicidad sobre el mar del sufrimiento, todas aquellas obras de arte, en las cuales un solo individuo torturado se eleva por un instante tan alto sobre su propio destino, que su felicidad resplandece como la luz de una estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo perpetuo y como su propio sueño de felicidad. Todos estos seres, llámense como se quieran sus hechos y obras, no tienen en realidad, por lo común, una vida auténtica; es decir, su vida no es ninguna esencia, no tiene forma, no son héroes o artistas o pensadores a la manera como otros son jueces, médicos, zapateros o maestros, sino que su existencia es un movimiento y un flujo y reflujo perpetuos y dolorosos; está desdichada y lastimosamente desgarrada. Es pavoroso y no tiene sentido justamente en aquellos escasos sucesos, hechos, ideas y obras que radian por encima del caos de una vida así."
 
(El lobo estepario, Herman Hesse)